El fundamento de esa alegría es para un cristiano el acontecimiento más grande de todos los tiempos: Dios, que es la misma alegría, se ha hecho hombre para compartir con todos nosotros nuestra vida y, lo más importante, Su vida divina. Se hace igual a nosotros menos en el pecado, para compartir tanto alegrías como dolores, elevando así nuestra condición humana a lo más alto.
Desde entonces la alegría es para nosotros ,cristianos ortodoxos, algo que hemos de cuidar y hacer crecer en nuestras vidas, pero ¿cómo podemos estar alegres cuando la soledad, la lejanía de nuestros hogares y familias, cuando no la enfermedad o muerte de un ser querido y tantos otros sufrimientos forman parte de nuestras vidas?
Antes de nada, debemos recordar que la alegría del creyente no significa ausencia de problemas o tensiones. Nos vemos enfrentados a las dificultades como cualquier otro ser humano, pero el secreto de nuestra alegría está en saber apoyarnos en un Dios cercano y amigo como este niño de Belén. Es una alegría fruto de la confianza en Dios, protegida y compartida con la de María, la Madre de Dios (¡Alégrate!)
Despertar en nosotros la alegría y compartirla con los demás. Esa es la verdadera forma de celebrar la Navidad.
Felíz Navidad. Cracium Fericit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario